Francisco Castillo, creador del logotipo de El Corte Inglés
23 de febrero de 2016
Me encontraba en Baud tocando el logotipo actual de El Corte Inglés por un motivo que no viene al caso. Estaba haciendo un poco de investigación para conocer cómo estaba construido y llegué a un blog sobre la historia del archiconocido anagrama. En los comentarios, una persona decía que su suegro había hecho la rotulación original del logo de El Corte Inglés. Mi reacción inmediata fue dejarle en el siguiente comentario mi dirección de e-mail para que me escribiera.
31 de agosto de 2020
Empiezo un día de teletrabajo abriendo como siempre mi correo por la mañana. Tenía un e-mail de una tal Elena:
«Perdona la tardanza de mi respuesta.
Si te sigue interesando, mi suegro de 92 años estaría disponible para hablar sobre como creó el logo de las letras de El Corte Inglés.
Un saludo.»
Tardé un poco en ubicarme. No me acordaba ya de esta historia. Habían pasado cuatro años muy locos en los que me ha cambiado la vida respecto a 2016, hasta que por fin y tras googlear un poco, encontré el post original donde respondía a Elena, la nuera.
Unos cuantos e-mails después, concertamos un día y una hora para poder entrevistar a Francisco Castillo, el rotulista que la historia del diseño gráfico español no conoce.
Actualmente Francisco está casi ciego. Su familia nos contó que hasta hace unos años seguía trazando el logotipo de El Corte Inglés con un rotulador del tirón. Además me han mandado muchísima documentación gráfica de sus trabajos por lo que es de justicia compartir con todo el mundo su historia.
Francisco Castillo, (en adelante Paco) nace en Madrid el 16 de abril de 1928. Era el tercero de cinco hermanos. Su familia vivía en Fuente del Berro. Aunque empezó la escuela, pronto su madre lo mandó a trabajar como broncista, para que aportara algo de dinero a la maltrecha economía de la familia en tiempos de posguerra. Pero a Paco no le gustaba el oficio que le había buscado su madre. Lo suyo era pintar, así que consiguió un trabajo de aprendiz de pintor de carteles de cine. La única condición que le impuso su madre era que debía completar la diferencia de salario que recibía en su anterior trabajo como broncista, haciendo horas extra.
Al principio solamente podía hacer la pintura. Molía el pigmento y lo mezclaba con cola blanca. Poco a poco fue ganándose la confianza del resto de personas que allí trabajaban, y comenzó a pintar los ropajes de los protagonistas de los carteles, para finalmente acabar pintando las caras. Recuerda Paco con especial cariño, cuando con veinte años tuvo que pintar el cartel de la película Nido de Víboras, en una lona de cinco metros.
Rondaba el año 1949, cuando Paco, cansado de la enorme competencia que había en aquel momento en el sector, de los que pintaban carteles de cine, decidió llamar a la puerta de El Corte Inglés en busca de un nuevo empleo.
Tuvo muchísima suerte de aparecer allí, en aquel momento, pues el anterior rotulista acababa de marcharse el día antes a trabajar en Radio Intercontinental. — Nos contaba con entusiasmo — . Enseñó una carpeta con sus dibujos y comentó que ya tenía experiencia haciendo rótulos en los carteles de las películas. No tardó en conseguir aquel trabajo.
El estudio estaba en la calle Tetuán, en el sótano del Cine Sol. Se accedía por una puerta contigua al famoso Casa Labra. El edificio de El Corte Inglés de Preciados 3, acababa de cumplir diez años en esa ubicación.
Aquí es donde Paco aprendió el oficio de rotulista. Los encargos eran de todo tipo, desde crear la señalética para el interior de la tienda, hasta rotulaciones para anuncios de prensa y escaparates.
En el estudio trabajaban diez personas entre escaparatistas y rotulistas. Una de las anécdotas que nos contaba Paco entre risas, era la del ratón Jonathan, que habían adoptado como mascota. Una noche, el pequeño roedor tiró un tintero encima de un trabajo que estaba haciendo, lo que supuso su sentencia de muerte. Paco, hizo una trampa electrificada alrededor de un trozo de queso donde al día siguiente se lo encontró seco, y con los pelos de punta.
Para su trabajo utilizaba pinceles de rotulación que le traían expresamente de Estados Unidos, donde la industria del rotulado estaba mucho más avanzada que en una España azotada por la Guerra Civil. Paco recibía los paquetes con ilusión, la misma que inundaba su rostro, a día de hoy al contarlo.
El anagrama de El Corte Inglés
Ramón Areces, el director general por aquél entonces, encarga a Paco rotular las dos furgonetas que tenía El Corte Inglés para repartir por todo Madrid. Las aparcaron delante de la puerta del estudio, en la calle Tetuán, y Paco ejecutó la rotulación con pincel de rotular, pero Areces le mandó parar cuando iba a empezar con el otro lado, ya que eran las dos únicas furgonetas de las que disponía la empresa y no podían quedar más tiempo paradas para este encargo. Acto seguido le dijo que tenían que hacer un anagrama de El Corte Inglés más moderno.
Colaboraron los miembros del estudio, se presentaron varias versiones y fue la propuesta de Francisco Castillo, que aparece a continuación, la propuesta elegida por Ramón Areces:
La versión principal del logotipo se disponía en pirámide, ocupando un piso cada palabra. Posteriormente vino la versión horizontal. No fue hasta 1961, estando ya Paco fuera de la compañía, cuando se introdujo el triángulo. Al principio en color negro, y diez años después, en 1971, cambió al característico color verde, en el redibujado del script de Paco, por el calígrafo argentino Ricardo Rousselot. Este último, además, realizó una tipografía script inspirada en el trabajo de Francisco Castillo.
Francisco Castillo no figura en ningún libro de historia del diseño. Él era un empleado más dentro de una empresa que hizo un trabajo. El mérito de haber trazado uno de los logotipos más famosos de nuestro país supone que se lo llevaría el director de arte de la empresa, como recuerda en el video.
En el archivo personal de Paco que tan gentilmente la familia me ha pasado para su divulgación existen muchísimas piezas y bocetos previos de sus trabajos:
El 22 de agosto de 1959, Paco decide dejar la empresa. Recuerda que en diez años aprendió muchísimo de la profesión allí, pero la presión iba creciendo. La competencia con Galerías Preciados cada vez era más agresiva y eso no era para él. Desempeñaba su profesión sin ambiciones ni egos. Cuenta que una vez le propusieron ser jefe del estudio. Él preguntó qué responsabilidades significaría ese puesto. Cuando le comentaron que tenía que ir los sábados y los domingos temprano a revisar el trabajo de todos los escaparates, e irse bien entrada la noche para comprobar que los encargos se realizaban en tiempo, valoró más la salud y su felicidad, a tener visibilidad dentro de la empresa.
Paco comenzaba de nuevo. Se fue sin tener el siguiente paso en ningún lado así que se recorrió Madrid con su carpeta de trabajos ofreciendo sus servicios a las tiendas de manera independiente.
Este status de trabajador por cuenta propia le duró muy poco porque un amigo suyo que trabajaba para Juvena — una marca suiza de cosmética que sigue existiendo en la actualidad bajo la cual estaban otras marcas como Revlon, Yves Redon, Balmain o Esteé Lauder— le empezó a encargar displays y rotulación para escaparates con asiduidad. Sus trabajos para Juvena se usaban en los escaparates de las tiendas que la marca tenía repartidas por Europa.
Finalmente, y por el volumen de encargos que recibía Paco, fue contratado por Juvena donde acabó siendo responsable de un equipo de arte.
Actualmente Paco tiene 92 años, vive en la calle Reina Victoria y es una persona muy entrañable. La manera de contar sus historias te transportan instantáneamente a ese momento. A pesar de su poca visión, sigue siendo una persona independiente, incluso usando el metro por sí mismo. Hace poco le cambiaron el sentido a las escaleras mecánicas que usaba normalmente, dándole un pequeño susto. Por su manera de ser, siempre ha sido autodidacta. Aprendió a componer textos sin tener formación académica previa y hasta se diseñó su propia casa de campo que tardó 15 años en construir.
Estoy seguro de que Paco sirvió de inspiración a las generaciones posteriores de grafistas. Francisco Castillo tuvo una vida anónima llena de «empezares desde cero», de humildad y de profesión. Sobre todo eso, que es lo que saco de su historia para mí. Hay que partir desde abajo, moliendo pigmento, para acabar siendo un profesional de lo tuyo.
Por último, quiero agradecer a la familia de Paco por su energía para hacer posible este pequeño artículo, que no tiene otro fin más allá, que mi amor a la profesión. Siempre estuvieron disponibles para consultar cualquier duda, o para proporcionar las imágenes de su archivo personal.
Francisco, espero que este resumen de tu vida haga que tu nombre salga del anonimato y que de alguna manera pueda vincularse a la historia de uno de los logotipos españoles más célebres.
Muchísimas gracias, Paco.